UN BUEN RECUERDO

UN BUEN RECUERDO

lunes, 1 de diciembre de 2014

DICEN LAS LEYENDAS

       
Había una vez, en un pequeño pueblo, un vecino que se dedicaba al pastoreo. Estaba a las afueras del pueblo, cuidando de su ganado, cuando se le rompió una albarca. El pobre hombre, medio descalzo se sentó en una gran piedra y se puso a coser su albarca.
En ese momento se le apareció la Virgen y le dijo: 
- ¿Qué hace buen hombre?
-Ya lo ve, se me ha roto mi albarca y estoy tratando de arreglarla. 
La señora le preguntó: 
-¿Y ese pueblo que se ve a lo lejos, cómo se llama?
A lo que le contesta el pastorcito:
-Este pueblo no tiene nombre. 
-Púes desde este momento se llamará. Albarcarrota.

Y a pesar del tiempo transcurrido aquel pueblo se sigue llamando Barcarrota. Mi pueblo.
Posteriormente, hace muchos años, sucedió algo espeluznante.
En dicho pueblo, hay una fuente  llamada Altozano, debido a que está ubicada en medio de una plaza llamada con el mismo nombre. 
Es una fuente con seis caños; siempre, día y noche, el agua mana incansable. La plaza es acogedora, completamente cuadrada y rodeada por una celosía de forja: tiene cuatro árboles enormes, quizás milenarios,
y cuatro puertas de entrada. 

Frente a la plaza vivía el alcalde del pueblo, que, como era natural por aquella época, era uno de los más ricos. 
Cuando el alcalde se iba a dormir siempre miraba por la ventana que daba a la plaza. Tenía miedo, como todo el vecindario, porque sobre media noche merodeaban por las calles dos fantasmas. Siempre caminaba uno detrás del otro. La gente estaba atemorizada, iban cubiertos de una sábana blanca que sólo dejaba al descubierto sus ojos. 
Arrastraban cadenas y hacían un sonido extraño, se murmuraba que lo hacían con un peine y un papel de fumar. Cuado terminaba el recorrido se paraban en la fuente, decían que charlaban un tiempo y  se dispersaban.

Una noche, cuando estaban en la fuente, el alcalde que estaba muerto de miedo, saco su escopeta y los mató. Se fue a dormir tranquilamente a sabiendas que por fin podía dormir tranquilo. 
Cuando el vecindario se levantó a la mañana siguiente, incluido el alcalde, llenos de curiosidad y ya sin miedo desenmascararon a los fantasmas. Fue una gran sorpresa, sobre todo para el alcalde y su mujer que también presenciaba la escena. Cayeron redondos al suelo al comprobar que era su propia hija y su novio.
Dicen que el novio era un chico de clase muy humilde y como ella era hija de un rico el padre no lo quería y encerraba a su hija para que no lo viera. Claro como el amor es ciego ellos tenían que verse como fuera. 
Desde ese momento en el poste que soporta los caños de la fuente reposa una gran cruz de forja muy ornamentada.
                                                                                   Manuela

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